Poco a poco se fue tranquilizando, la euforia y el efecto de la adrenalina iban pasando. La casa en donde se encontraba era angosta y bien cuidada; las luces pálidas de las bombillas le daban un toque lúgubre y tétrico, sin embargo no lo suficiente como para abandonar este lugar, hasta ahora ideal, lejos de la mancha urbana, y con un segundo piso.
Después de atrancar la puerta y comprobar que el teléfono no funcionaba, inspeccionó el lugar entero:
3 habitaciones, 2 baños, sala, comedor,cocina y sótano. Todo apiñonado en aproximadamente 65 metros cuadrados.
Instintivamente recordó su hogar: amplio, con un gran patio frontal; recordó el día en que todo cambió, cuando esa gente infectada entró a la casa, rompiendo las puertas de cristal... y cómo vio morir a Dan y a Cristof.
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